Llevo 5 minutos intentando explicar cómo se siente la tristeza que llevo dentro con mil metáforas diferentes, para maquillar un poco la realidad de porqué me siento triste.
Me siento triste porque no hay nada que me haga feliz en este instante, y no han habido muchos instantes más en los últimos años.
Me siento encerrada en mi propia mente:
No sé si reír para fingir o llorar para hundirme más. Cualquiera de las dos es una idea pésima pero no son peores que la apatía.
Y precisamente por posponer esas ganas aferrantes de sentir, cada vez siento más que siento menos.
No sé si echo de menos o si echo de más. No sé si puedo llegar a querer a través de unas palabras que casi se han diluido en en espacio-tiempo, o si sólo recurro a utilizarte como excusa para no asumir que desde que nada es como antes, todo es igual.
Yo sigo llorando cuando no estás y tú sigues.
Sigues sin llegar a la hora.
Sigues sin escucharme cuando grito.
Sigues sin quedarte cuando no te lo pido.
No sé si esto es para ti o para todos los demás.
Son heridas incurables de un pasado, un presente y un futuro que no tiene fin, salvo la muerte.
No hablo de la muerte literal, no me malinterpretes, si no, de la metafórica, y ahora sí sé explicarme: la muerte de todo lo que fui y fuimos, todos, yo y ellos, yo y ellas, yo y él, yo y tú, y abandonar la idea de que soy, y abrazar la idea de que voy siendo.
Hoy te has ido tú, y hace tanto que se fue él, y más aún hace que se fueron los demás, siempre se van.
Llegará el día en el que me vaya yo, y me eches de menos, como lo hizo él, como no lo hicieron los demás.
Y yo me pregunto si ese día dejaré de sentir esta tristeza tan grande que me abarca simplemente escuchando From Eden, simplemente cuando atardece y estoy sola.